Nos adentramos nuevamente en el Parque Nacional Tingo María y esta vez nos sorprende con una de las maravillas nacionales que cautiva al viajero.
Iban más de cinco horas de caminata desde el puesto de 3 de Mayo, avanzando con el asombro de todo lo que ofrece el Parque Nacional Tingo María (PNTM): cataratas, ríos misteriosos, infinidad cromática de las mariposas y bichos cada vez más peculiares y singulares. A lo lejos empezaba a escucharse el canto de un ave, los pies aceleran por sí solos, un ave se cruzó por la derecha como indicando hacia dónde ir. Alex Ricra, guarda parque del Sernanp va guiándome al lek del ave que tanto ansiaba ver: el gallito de las rocas.
Lek es un término escandinavo y usado por ornitólogos para denominar al lugar donde las aves macho compiten para ser seleccionados por la hembra. La palabra cortejo es sólo la representación de lo excelso que puede ser observar a un tunki cantar y bailar sobre las ramas.
A cada paso el canto del gallito de las rocas le cambia la atmósfera a la naturaleza, los árboles cobran vida al moverse con el viento. Se siente como un espectáculo que ha empezado en medio de todo el verdor, las estrellas son aquellas aves que se balancean gráciles como personajes del siglo XVI luciendo su traje de un vivo anaranjado y manteniendo el garbo de su cresta por todo lo alto.
Su canto me llama, veo a varios cruzar por distintas direcciones, trato de evitar el menor ruido para no espantarlos. “Son aves curiosas” me dice Alex, y uno de ellos se nos pone a pocos metros. En mí, resuena su canto, se me agotan las palabras y sólo vivo lo del color de su plumaje. Me arrancan unas sonrisas al verlo curioso girar su cuello en ambas direcciones, lo siento excéntrico con sus piruetas como sabiendo que mi corazón necesita alegría.
No logro avistar una hembra luego de la explicación del guardaparque para diferenciar el género del ave: “las hembras son más pequeñas, son de tonalidades del marrón y no llevan cresta”. Comprendo que las hembras no son tan llamativas porque necesitan mejor camuflaje para empollar y mantenerse alejadas de amenazas; también el porqué del nombre, ya que buscan de zonas empinadas, pendientes o cuevas para anidar.
No es lo mismo ver al gallito de las rocas en jaulas, que en su estado natural. Se le puede apreciar en dos horarios, entre 5 a 7 de la mañana y 4 a 5:30 de la tarde. Y la experiencia sólo se podrá saber al estar frente a uno.
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