El muralista, escultor y músico Olfer Leonardo llego por tercera vez a Huancayo. Cautivado por nuestra cultura, ha encontrado un afluente de inspiración constante dentro del Valle del Mantaro.
Por: Ylich Raymundo
Siempre que va a pintar un mural, Olfer Leonardo se queda algunos minutos contemplando su espacio de trabajo. Lo mide, lo estudia, lo visualiza, uno se queda perplejo cuando lo observa haciendo eso. Ese muro que dentro de algunos días se convertirá en una mezcla fascinante de colores, lleno de vida y fulgor, pero sobre todo, lleno de un mensaje que inspira fervor, lucha y memoria.
A sus 31 años de edad, y con un amplio recorrido por diferentes partes del Perú. Este escultor limeño, egresado de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú llegó a Huancayo por tercera vez, para mostrar su contagiante pasión por el arte. Pues aparte de ser muralista y escultor, también cuenta con estudios de guitarra clásica en el Conservatorio Nacional de Música, además de cursos de Cine Documental en la PUCP.
Hijo de artistas plásticos, cuenta él, que comenzó a pintar desde los 16 años, mientras tenía roses con la música, el cine y la escultura. Su pasión por el spray le ha permitido recorrer no solo parte del Perú, si no viajar a países como Argentina, Ecuador, Colombia, Venezuela, Francia y Rusia. Siempre con la temática sociorealista, por la cual es reconocido, y que actualmente expone en el interior del país.
“Me gusta plasmar las memorias de nuestro pueblo”, comenta mientras dibuja la base de lo que será el mural alegórico al deporte, en el nuevo polideportivo de El Tambo, “Tenemos una riqueza cultural histórica inmensa, que deberíamos plasmar”. Agita el aerosol, y comienza. A la primera pasada, uno puede percibir la energía, la buena vibra, y la emoción. Esa emoción que solo el arte puede producir. Esa emoción que eriza la piel, arte en esencia pura.
“La cultura huanca me ha inspirado mucho”, me dice, mientras me muestra un mural suyo plasmado sobre un cerro en el paraje de “Sierralumi”, dedicado a los guerrilleros que combatieron durante la ocupación chilena en el distrito de Comas – Concepción. Y es que su trabajo está en expansión. “Me han llamado de varios municipios del valle, para hacer murales y esculturas, espero se concreten”.
Olfer me cuenta sobre las dificultades que tuvo a lo largo de su carrera. Pero él no se amilana. Le han borrado murales, vecinos lo interrumpieron a mitad de su trabajo, hasta lo corrieron a empujones, pero ahí, siempre estuvo persistente. Esas cosas desanimarían a cualquiera en la carrera de un artista.
Antes de despedirme, cogemos las guitarras y soltamos algunos acordes. “Improvisemos, ¡Ah! componer”, me alienta. Se respira arte fluyendo por nuestras venas, la producción es constante. Cae el atardecer, Olfer me comenta que se quedará trabajando hasta que la luz o la lluvia se lo permitan. Antes de partir me quedo contemplando su espacio de trabajo, lo mido, lo estudio, y visualizo. Me siento parte del mural.
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