El amanecer en Pari se resume en la armonía que hay entre la belleza y su lugar de residencia. El viento corre libremente como si su soledad no tendría mejor compañía que una iglesia de más de cuatro siglos de antigüedad.
La pétrea iglesia que veo descansa con los primeros rayos del sol, más antigua que los remotos recuerdos de los pobladores de San Pedro de Pari, más longeva que cualquier planta y animal vivo a su alrededor, pero no más vetusta que el lago milenario, que el viento insomne y que el cielo eterno que la cubre. En las noches, en la compañía de las estrellas, los pobladores cuentan a sus hijos historias de aparecidos y tapados alrededor del recinto, aumentando el aura mítico de su origen.
“Fue construido el año de 1540, con la llegada de los españoles, por la Orden Sacerdotal Mercedaria y es considerada una de las más antiguas de América. El Altar Mayor ha sido tallado artísticamente en madera y revestido con pan de oro. Los altares laterales han sido trabajados en yeso, característico del siglo XVII”, dice el Inventario Turístico de la Región Junín que maneja el Mincetur. El guardián del templo, don Wiliam Badaraco me explica mientras caminamos, “la iglesia más antigua es la de Ninacaca y luego viene esta, la de Pari que fue hecha en cuatro años”.
Luego de un momento ingresamos a la iglesia y observamos la pintura mural ya demacrada. A un lado la escena de la última cena nos recibe y, a su costado, un cura de color blanco, el mismo color que visten los sacerdotes mercedarios.
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