Aquí bebió, aquí cazó, aquí pintó entre los años 10000 a 7000 A.C. uno de los hombres más antiguos de América..
En la trajinada rutina de mis padres había llegado a vivir con la abuela, había cambiado de cole pero mi número de orden otra vez era el 26 (coincidencia), recuerdo que el primer día fue un lunes y después de la formación tendría el curso de Historia del Perú; – “tenemos un alumno nuevo” – dijo el profe, luego me presenté, recité algunas palabras de nervioso y ya en clase cuando me olvidé de mi nuevo compañero de carpeta, el maestro de historia empezó a contar sobre una laguna inmensa y todo el salón se puso a opinar sobre ella; en aquel entonces hice un primer dibujo en mi mente de cómo sería aquel misterioso lugar; lo rodeé de cerros, le puse color azul oscuro a sus aguas y muchos venados corriendo alrededor; hoy, he venido a contrastar cuan diferente son mi laguna y la Laguna de Lauricocha.
Recuerdo aún confuso al profe contando, que según los pobladores del lugar en aquella laguna podía existir una ballena; obviamente que cuestioné esa historia y en su defensa el profe agregó – “quizá Augusto Cardich lo haya llevado”. Debo agradecer a que no me haya sabido contestar o quizá a mi creencia literal sobre los mitos, porque en adelante pude averiguar sobre Cardich, quién me llevaría a conocer mejor a aquella laguna, que sin sirenas me había encantado.
En los años 40 Augusto Cardich muy joven vivió en la Hacienda de Lauricocha, hacienda de su padre, le interesaba ya en aquel momento las tradiciones y convivía con los pobladores recorriendo cada lugar arqueológico que le pudiera despertar interés; en 1949 se graduó de agrónomo en Argentina y en 1950 descubrió las Cuevas de Lauricocha a orillas de la laguna del mismo nombre, cerquita por donde él habría pasado parte de su vida; en ese entonces Cardich encontró huesos incompletos del esqueleto de once personas, cuatro adultos y siete niños, convirtiéndose en un aporte para la historia del mundo, porque los estudios arrojaron que aquellos esqueletos vivieron allí hacía 9525 años A.C. y se convertía en el hombre más antiguo que había vivido en América.
Toda esta magia histórica hizo que mi diseño inicial de aquella laguna que conocí en mi imaginación en primero de secundaria hubiera cambiado un poco, y aunque haya pasado muchos años hizo que coja mi cámara y vaya por la verdadera imagen.
Ropa para el frío, mochila para la ropa, coca y cigarrillo para los “gentiles” incluyendo a Cardich arribe a Huánuco, de allí son 4 horas hasta San Miguel de Cauri, en el camino diviso mi cole y hablo conmigo – “que cerca estabas, pudiste haber llegado antes”, – “tenía 11 años, tenía 11 en historia y tenía 20 céntimos de propina”, – me respondo. De Cauri debo subir una hora más aún, yo con mis tantas paradas llego junto con la tarde escoltado por Roy Paredes y Wilfredo Pulido quienes me habían esperado en el camino al enterarse de mi llegada, con ellos bajo divisando el paisaje nublado que me deja sin poder observar la laguna aún. Wilfredo me presenta a Rolin y su familia, ellos sacian mi hambre y curiosidad con trucha e historias de la laguna antes de dormirme.
Por la mañana de madrugada Rolin y Wilfredo se convierten en mis guías, subimos hasta lo más alto antes que el sol nos alcance y le rezamos para que no cubra con sus nubes a la laguna. Apenas la luz se asoma unas manchitas blanquitas en fila se dejan ver, luego se vuelven rojizas, luego más abajo al pie de los cerros se pinta azulito, un rombito mal dibujado, no coincide con mi imaginación pero fantaseado veo el amanecer de Lauricocha, – “yo nunca he subido hasta acá”, – dice Rolin, Wilfredo en cambio ha recorrido estos lugares quizá como Cardich o quizá como el hombre más antiguo, – “a las cuevas” – agrega, y bajamos apurados como si su estancia de más de 9 mil años se acabara.
En frente de las cuevas, alistamos nuestras linternas y nuestros genes nos llevan a introducirnos de donde salimos; ajusto mis pasadores, acomodo mi cámara, y gateo por sus interiores en busca de las pinturas rupestres; son muchas cuevas, es inmensa, dos horas de recorrerla no es suficiente pasa saber todo lo que hay allí dentro y lo que significo aquí afuera; cansados cubiertos de historia y de barro salimos a divisar por algunas de sus 14 ventanas, imagino que desde aquí divisaban el amanecer del Huayhuash, desde aquí perseguían con sus ojos a las vicuñas, imagino que desde aquí veían lo que yo cuando alumno nuevo imaginaba hace más de 9000 años A.C.
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