Un día antes, la ciudad se pone en plegaria o como se diría comúnmente en “velatoro”, el día central está a horas de empezar, y aunque todos están en festejo y cada plaza llena de turistas, aún falta lo bueno.
Por: Juan Carlos Arroyo
El despertar del sábado no es tan común, en general los miles de turistas que llegan a Ayacucho saben a qué han llegado, un día antes, han comprado sus polos rojos grabados con el Pascua Toro de ese año. Es casi imposible ver a alguien en las calles sin esta vestimenta representativa. La plaza principal se llena de público a espera del tradicional “jala de toros”, costumbre que siempre es cuestionada por el maltrato a los animales. Este año no se dio por completo, comentaron las personas, que además de haber cambiado el lugar donde se desarrollaría este acto, mucha gente ya había empezado a maltratar a la salida a los pobres animales, por lo que, suspendieron dicha tradición, dejando a un público excitado de emociones.
La plaza principal de Huamanga sería entonces, el centro de reunión de todos. Un mar de color rojo pintaba las calles principales y cada asistente intenta sobresalir más que el otro, con máscaras, disfraces, globos, pañuelos, sombreros, entre otras cosas. A mediodía, y cada cierto tiempo, un camión de bomberos llegaba a la plaza principal para alimentar la euforia de la gente, se instalaban y refrescaban a todo chorro a la multitud, que, entre gritos alaba el acto y gritaba a voz en cuello. ¡Ayacucho!
Durante el día, fueron esas dos las actividades principales del Pascua Toro, con el pasar del tiempo, la muchedumbre demostraba su exaltación, se apreciaron grupos con torres humanas, tal vez esa euforia hizo que compitieran de manera arrebatada, empeñados a hacerlas cada vez más altas, y hasta llegar a la cima mostrando su superioridad de manera impúdica, sin ropa y con gestos obscenos.
Entre gritos y cánticos lo que más nos atrapa es la música, sin duda son aquellos carnavales ayacuchanos que acompañan sin descanso el día; aprendes alguno y no dejas de cantarlo en compañía de quién lleva el bombo, que se da infinidades de vueltas por toda la plaza jalando gente, llevándolas con esmero a su lado, para que bailen, canten y beban.
Ya llegada la noche cada quien está en lo suyo, miles de fieles (ya no tan fieles) se tambalean entre copas, e intentan sobrevivir al día o lo que queda. Es probable ver desmanes, hasta lógico, ya que más de 30 000 mil turistas llegaron, y es poco probable controlar los actos de todos. Y con o sin frio sigue la celebración en la plaza de Huamanga, como fieles a la tradición o a la fiesta, continúan, ya va amanecer y está por salir Pascualito, de todas maneras, hay que esperarlo, dicen.
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