Un río que desaparece, caminatas interminables en medio de la selva viva, noches bajo el cielo estrellado, la calidez de todo un caserío que te hace sentir en casa junto al río y el privilegio de vivir entre la naturaleza.
El año pasado Bitácora conoció parte del Parque Nacional Tingo María (PNTM), nos sumergimos en las aguas de la catarata Gloria Pata. Este año decidimos recorrer toda la zona que conforma la cadena montañosa que forma la Bella Durmiente. Dos días de caminata para ir en búsqueda del tragadero del misterio Río Perdido, denominado así a la vertiente del río Santa que se oculta bajo una gran montaña.
La zona está ubicada en la parte cercana al caserío Juan Santos Atahualpa del PNTM, tiene un recorrido entre 5 a 6 kilómetros subterráneos y desemboca cerca de la Cueva de las Lechuzas. Nos aproximamos y la hendidura geológica tiene tierra arenosa, de la montaña caen gotas de agua y está cubierta de musgo y helechos que se han formado por la humedad. Aproximarse en silencio es mágico, para sentir como si el agua se despidiese.
Nos aproximamos al caserío mencionado que tiene como nombre al dirigente quechua que quiso restaurar la cultura Inca, pero también desapareció misteriosamente: Juan Santos Atahualpa. Los pobladores nos reciben con miradas afables y prestos a brindarnos comida luego de casi siete horas de caminata. Durante el recorrido guiado por Alex Ricra y Juan Carlos Pilco, del Sernanp, nos acompañaron los estudiantes de Ingeniería Forestal de la Universidad de Huánuco, ellos armaron sus carpas y pasamos una noche familiarizando. La cena fue una gallina recién matada, plátanos sancochados y una conversación llena de anécdotas y alegría.
La noche se hizo totalmente oscura y vimos las estrellas brillar como nuestra ilusión de sentirnos bien en medio de la selva y con personas tan generosas. La mañana apareció entre las montañas, las gallinas y pavos ya merodeaban el caserío que habitan 60 familias aproximadamente y ya desde hace veinte años se dedican al cultivo del café, que probamos en un suculento desayuno para reponer las energías y continuar el viaje.
Agradecimientos: A Elvira Trinidad y Caleb Ávila, quienes nos abrieron la puerta de su casa y compartieron la mesa con mucha amabilidad.
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