Sumérgete en los pasillos de cada vagón del famoso tren, único en el país, así como sus tradiciones que se han formado desde su primera salida.
“Cuántas personas no se habrán conocido con sus futuras esposas o esposos en el vagón” comenta uno de los trabajadores del famoso Tren Macho, mientras van sirviendo el suculento desayuno a los pasajeros que no quitan la mirada de las ventanas o conversan amenamente frente a frente.
Es un mundo rodante, subir a él, desde antes de las siete de la mañana, es tener el corazón al ritmo de la locomotora, que se prende y enrumba de Huancayo a Huancavelica, ruta de 128.7 kilómetros, distancia que uno no quisiera que nunca acabe.
El tren llega a la primera estación Manuel Tellería, uno de los impulsores de la construcción de los rieles, que inicialmente en el gobierno de Augusto Leguía pretendía tener un trayecto hasta Ica. Los niños que han tomado rutas cortas bajan y van veloces para sus escuelas.
El viaje continúa con la frase que todos comentan dentro con risueño: “sale cuando quiere, llega cuando puede”. Izcuchaca es la siguiente parada del sabor, panes de calabaza o queso, chicharrones fritos, bebidas, jugos, golosinas, choclo con queso y una infinidad de productos recorren por el centro de los vagones expendidos por las vendedoras que ya muchos las consideran sus “caseras”.
Los más entusiastas son los niños que van dibujando u observando el panorama, descubriendo sus tierras. Se ha cruzado 39 túneles y Huancavelica recibe al Tren Macho con danzantes de tijeras, los pasajeros se emocionan tanto como los primeros tripulantes en llegar un 24 de octubre de 1926. Es un recorrido más y el tren estará ahí para el siguiente viaje.
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