Surcando las orillas de río Perené he dejado la frígida y seca sierra para rendirme en la seducción de la selva. La ruta marca ir al Velo de la Novia, a Bayoz y despedir el día en el Perené.
He llegado a Yurinaki luego de un pequeño viaje de 45 minutos desde La Merced. El verde indómito se dibuja en cada rincón del paisaje mientras cojo una mototaxi que me lleve al primer destino del día. Nos internamos en el monte, surcando las curvas, subidas y bajadas que manda la carretera, perdiéndonos en su naturaleza. Luego de 20 minutos llegamos.
He decidido bajar a buscar a la novia, bueno, digo a su velo. El olor a tierra húmeda se siente y el cantar de lo pájaros se escucha por todos lados. Mariposas multicolores, acaso celosas de tu visita, te seguirán en el primer tramo a la catarata. Bañistas suben y bajan, jugando o riendo, después de haberla visto y sentido.
Primero vemos el inicio del Velo de la Novia, desde una altura de 120 metros divisamos la caída de agua, escuchando su voz, cada vez más fuerte mientrasa nos adentramos en sus encantos. El pequeño mirador atrae la vista espectacular de su caída, una cortinilla de seda, fina, blanca y bulliciosa se forma en el rumbo del agua.
Llegamos a sus faldas y el ambiente se hace mucho más mágico, todavía. Es el instante donde la naturaleza seductora hace alguna réplica exacta de algún paraíso idílico e ilusorio, ilusión que en este pedacito de selva no solo se ve, sino que se siente. El hombre entonces, no hace otra cosa que disfrutar sus encantos, pero respetando. El caminar descalzo sobre piedras que están debajo del agua, puede ser placentero si sabes como hacerlo.
Vuelvo extasiado del Velo de la Novia y ahora me toca subir. “Bayoz” significa multicolor o de muchos colores en Asháninka. El nombre de la catarata viene por un pueblito del mismo nombre, lugar perdido en el monte donde todos saben de su existencia pero pocos han llegado. Avanzamos cuesta arriba, observando los inmensos árboles, piedras y un murmullo de agua que te acompaña. Murmullo que crece mientras caminas, más y más. Visitantes jóvenes bajan luego de haberse dado un baño mientras Bayoz ya se deja ver a lo lejos. En realidad puedes bañarte en alguna parte del camino.
Y de pronto lo vez, a lo lejos, inmenso, tan grande como sus 60 metros de largo y el sonido de su caída. Los bañistas lo ven absortos e impacientes antes de meterse. A diferencia del Velo de la Novia, en Bayoz sí puedes recibir la caída del agua ya que no es muy alto ni fuerte. Recibir sus aguas no es otra cosa que una bendición de la naturaleza.
Hace una hora y media he salido de las cascadas rumbo a Pichanaki, llegando a la cita que tengo con el río Perené. Me subo al último de los botes y me enrumbo en sus aguas diáfanas y mansas. Don Jorge conoce el ir y venir del río desde su infancia, de pronto aumenta el caudal, haciendo zigzaguear la embarcación, algunos se asustan, don Jorge por su parte apaga el motor y nos entrega libre y ciegamente al rumbo del Perené. Sus aguas saltan hacia nuestras manos y el ocaso empieza a dibujarse en el cielo. El río se vuelve azul, un azul noche como el que llegará en un rato, en ese instante el sol se esconde en el monte, pintando de naranja el cielo; fuego y agua en este ocaso que desaparece, calor y frío llegando su armonía, fuerza y fragilidad en esta selva salvaje e irresistible.
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