
El recurso narrativo poco común de la escritora surcoreana que demuestra que la imagen pesa más que la trama.
En la literatura contemporánea, pocas autoras han logrado que la poesía se infiltre en la narrativa con tanta naturalidad como Han Kang. Su obra no se limita a incorporar metáforas o recursos líricos, lo que hace es desplazar el centro de la novela hacia la experiencia poética, acción que la distingue de la mayoría de narradores actuales.
A diferencia de quienes emplean la poesía como ornamento, Han Kang la convierte sutilmente en parte de su narrativa. En Blanco, introduce páginas enteras de vacío o “silencios tipográficos” que funcionan como parte viva del relato. La historia avanza no por acumulación de hechos, sino por la repetición de una imagen —una tela blanca, un par de zapatos, la luz sobre una ventana—, y cada retorno llega cargado de un matiz emocional nuevo.
En La vegetariana, esa dimensión lírica se vuelve corporal. Una escena en particular lo revela, cuando Yeong-hye imagina que su piel se abre para dejar brotar clorofila, la prosa abandona la lógica narrativa y se acerca al poema visual, donde el cuerpo no es personaje sino símbolo. Han Kang usa verbos sensoriales —“oscilar”, “temblar”, “desprender”— que reemplazan la acción por una percepción más inclinada al realismo psicológico.
Este enfoque rompe la expectativa de un relato lineal y convierte la novela en un terreno híbrido donde la poesía no es género, sino forma de percepción. Más que embellecer la prosa, Han Kang utiliza la lírica como herramienta que obliga a una lectura contemplativa.
BITÁCORA / 21/11/2025
Gracias tu mensaje ha sido enviado.
Te contacteremos a la brevedad posible.
Déjanos tus datos y nosotros te contactaremos. Los campos son obligatorios.